religión


Perdonad que tarde tanto en actualizar el blog, pero sigo sin ordenador y sin tener un rato para sentarme tranquilamente y escribir. Tampoco tengo tiempo para mirar mi Google Reader en profundidad y creo que me estoy perdiendo un montón de artículos interesantes que leer y comentar aquí. En todo caso, encontré este artículo sobre el único pueblo armenio que queda en Turquía y pensé que os podría interesar.

Estoy ya un poco cansada porque es tarde (2.43 por mi reloj), así que si veis algún fallo en la traducción espero que me lo perdonéis y lo corrijais :).

Artículo original en turco encontrado aquí.

zaman.com.tr
14.11.2010
Sevim Şentürk /
s.senturk@zaman.com.tr/

¡Allí en la lejanía hay un pueblo! Ese pueblo es la única localidad armenia de Turquía. Vakfılı se encuentra en el distrito de Samandağı en Hatay. Allí, se practica la agricultura sin agentes químicos, es decir, se cultivan productos orgánicos.

Y es el único sitio que lo hace. También es un lugar histórico fundado antaño, y poco han cambiado los habitantes de este lugar, siendo el último pueblo armenio de  Turquía.

Sunníes, alevíes, árabes alevíes, árabes ortodoxos, judíos y turcos han convivido como hermanos en la ciudad de Antakya durante muchísimos años, y también otra comunidad, la armenia. A la sombra de árboles centenarios, en las faldas de la Montaña de Moisés (Musa Dağı) se fundaron unas pequeños y pulcros pueblecitos. Su nombre es Vakıflı y está ligado al distrito de Samandağ,  su historia es muy antigua. Juzguen uds. mismos, puede que hace 2000-3000 años, 1800-1900 según fuentes conocidas… Asimismo, las construcciones existentes en la localidad reflejan la cultura y creencias de sus habitante. Un ejemplo de esto es la iglesia, que data del siglo XIX y que fue restaurada en 1997.  A las afueras del pueblo se encuentra un cementerio que es la prueba de que durante siglos en Vakıflı sólo han vivido armenios.

Mientras paseamos por sus calles nos encontramos en el jardín de la iglesia, al que entramos para descansar, con Kuhar Hanım, quien nos dice «Esta vez, antes de que usted nos pregunte «¿De dónde llegastéis a este pueblo?» y tal, nosotros se lo vamos a preguntar a usted» y explica a modo de resumen que no han venido de ningún otro sitio y que son naturales de este lugar desde siempre. Se une a nosotros en nuestro paseo por Vakıflı el jefe del pueblo, Berç Kartun, que nos da algunas informaciones breves sobre los que viven aquí y su población.

Hay 2.000 armenios en la localidad de Vakıflı.

En la década de los 40, dicha localidad tenía el mayor número de habitantes de la región. Sin embargo la oleada de emigración que empezó en los 60 hizo que su población disminuyera. También se fueron muchos a las grandes ciudades para estudiar. En 1964 desciende hasta los 300 habitantes, y siguió perdiendo población en los 70 y los 80. Incluyendo a los que están en Estambul y Europa hay 2.000 personas registradas en Vakıflı. Los que están lejos aprovechan cualquier oportunidad para descansar y darse un respiro en la localidad. La festividad de la Virgen María reunió a todos los habitantes de Vakıflı. En la actualidad, la población es de 1.000 personas, y muchos pasan sus vacaciones en el pueblo. Ohannes Silahlı, que vive enfrente de la iglesia, es uno de ellos. Es un consultor financiero y trabaja en İskenderun. Ha venido a Vakıflı a pasar dos semanas y visitar a su madre, y le encanta venir los fines de semana y descansar. Canik Çapar de 70 años y retirado, uno de los que tuvo que emigrar, pasa con su familia, cada primavera, sus vacaciones anuales.

Vakıflı es la única y última localidad armenia sin mezcla.

La importancia de esta población a 30 km de Antakya no reside en su historia o su arquitectura, sino en ser, fuera de Armenia, el único pueblo armenio sobre la faz de la tierra. En realidad, hasta 1938 había 6 pueblos más alrededor de la montaña de Moisés (Musa Dağı) acompañando a Vakıflı. Sin embargo, debido los desarrollos políticos tras la I Guerra Mundial y a que Hatay, que estuvo bajo control francés,  fue devuelta a Turquía en 1938, los armenios que vivían en la región hicieron lo que prefirieron. Algunos emigraron a Siria y decidieron empezar allí una nueva vida. Los habitantes de Vakıflı en su mayoría eligieron ser ciudadanos de la República de Turquía. Claro, que también hubo algunos que se marcharon. En toda familia hay algún familiar, amigo o esposo que falta. Se marchó el padre o la madre de alguien, o su tío… Pero los armenios que no se marcharon vivieron durante años en las tierras que consideran su patria. Por ejemplo, la tía Aracsi, que nos ha invitado a té en su casa, y que tiene 78 años, es una de ellos. Con 6 años se separó de sus padres. Aunque era muy pequeña, no quería abandonar este pueblo. Sus padres se la dieron en adopción a su tío, que no tenía hijos. Durante años no pudieron verse. Sólo podían llamarse por teléfono y peguntar. Hables con quien hables en esta localidad, parece que sólo cambian los nombres, ya que salen muchas historias muy parecidas entre sí en sus vidas.

Ser armenio tiene cosas buenas y cosas malas…

Estando en un pueblo armenio es imposible no preguntar por sus problemas. Ohannes Silahlı, que ha venido el fin de semana a visitar a su madre Aracsi, estudió en el colegio armenio de Estambul junto con Hrant Dink. Pero, tras acabar el colegio, volvió a Hatay y se estableció en İskenderun, donde empezó a trabajar. «¿Tuviste dificultad a la hora de encontrar trabajo?«, le preguntamos. «Al contrario, ser armenio me facilitó mucho encontrar trabajo. La gente piensa que los armenios somos honestos y personas de confianza. Por esto, a dondequiera que fuera encontraba trabajo«, nos dice.  «No es que no haya situaciones diferentes a esta. Por ejemplo, el yerno de Avadis Dede, Canik Çapar se encontró con muchas dificultades en su trabajo. Debido a lo que le ocurrió, renunció a su nacionalidad y se nacionalizó alemán«.

No hay productos químicos en la tierra, los productos son orgánicos.

Vakıflı es la única localidad registrada en Turquía en la que se cultiva sin productos químicos y se producen naranjas y otros cítricos orgánicos. Prácticamente no hay ningún viñedo ni árboles frutales que no produzcan frutos orgánicos. Por todas partes hay árboles que dan mandarinas y naranjas. Todo el mundo dice «Las nuestras están más ricas«. Por esta razón, la Unión de Exportadores de Turquía le concedió un premio a la localidad. En el pueblo se cultivan productos orgánicos en un total de 650 acres. En 2004 ganó un millón de euros en ingresos resultantes de la exportación. Aunque las cosas ya no son como antes, debido a que no pueden encontrar a ningún comerciante que las compre. Compran muy barato. Por ello estos últimos años han dejado de obtener certificados. Ahora, a pesar de ser una cosecha orgánica el comprador los puede comprar por precios a partir de 30 kuruş.

Navegando por la página web OpenDemocracy he encontrado este interesante artículo sobre la mujer y el movimiento feminista en Irán escrito por Sanam Vakil, que he traducido al castellano a continuación (los enlaces referentes a noticias los he cambiado por páginas que contienen la misma noticias en este idioma). Podéis encontrar el original en inglés aquí.

Sanam Vakil19 de Octubre de 2010

El movimiento femenino por la igualdad de género en Irán ha estado en el fondo de luchas políticas más amplias en la República Islámica. Sanam Vakil sigue las tres grandes fases de su desarrollo e identifica los ingredientes de una cuarta.
Sobre la la autora
Sanam Vakil es profesora adjunta en la Johns Hopkins School of Advanced International Studies en Bolonia, Italia. Es la autora del libro de próxima publicación,Women and Politics in Iran: Action and Reaction (Continuum, 2011)

Los titulares de las noticias sobre Irán siguen estando dominado por noticias de política duras, y muchas veces amenzantes – desde el programa nuclear de Teherán y el aumento de las tensiones internacionales que conlleva, hasta la visita de Mahmud Ahmedineyad al Líbano y la aclamación que ha recibido el presidente al denunciar a Israel desde el otro lado de la frontera.

Pero detrás de los titulares, la vida cotidiana de Irán – incluyendo la forma en que los ciudadanos del país sobrellevan los muchos desafíos sociales y políticos – ofrece una visión cada vez más reveladora de la verdadera realidad del país.

La batalla por la igualdad de sexos en Irán continua siendo una de ellos. La lucha diaria de las mujeres iraníes puede haber pasado a un segundo plano desde que el gobierno tomara medidas enérgicas al comienzos de las elecciones presidenciales de junio de 2009, pero aún siguen dando un prisma esencial a través del que podemos entender la vida interna y las dinámicas de cambio en la República Islámica.

Mujeres contra el estado

Las mujeres fueron participantes destacadas en las manifestaciones inmediatamente posteriores a las elecciones, y muchas mujeres activistas fueron blanco del régimen o arrestadas en diversas redadas durantes los meses de protesta. De hecho, decenas de mujeres han sido detenidas y encarceladas desde junio de 2009, y muchas han recibido penas de cárcel de una duración sin precedentes. Una medida igual de dañina para las mujeres es la vuelta al parlamento del controvertido proyecto de ley de «protección familiar» cuyas provisiones harían, entre otras cosas, más sencilla la poligamia.

El objetivo general de la estrategia del régimen es sofocar la revuelta y afectar al movimiento feminista iraní. Que este sea el objetivo señala que los derechos de las mujeres siguen siendo un elemento potente en las luchas entre las facciones políticas e ideológicas que dominan la política iraní.

La reelección fraudulenta de Mahmud Ahmadineyad y la aparición (antes y después de las elecciones) del «movimiento verde» de oposición no son sino una fase más en las tensiones que se han prolongado en el tiempo entre el estado y la sociedad en Irán. Desde la revolución que condujo al establecimiento de la República Islámica en 1979, las mujeres han estado al frente de estas tensiones, en particular, a la cabeza de la lucha, que dura  ya tres décadas, por unos derechos de género mejores (véase Nikki R. Keddie, «Iranian women and the Islamic Republic«, 24 de febrero de 2009).

A través de este periodo de la historia contemporánea de Irán, la trayectoria variable del movimiento feminista – y de la reacción del gobierno- ayuda a explicar el auge y caída de corrientes políticas más amplias: reformismo, secularismo y el retorno conservador reflejado en la elección de Mahmud Ahmadineyad en junio de 2005. Esto puede ilustrarse refiriéndonos a tres puntos de inflexión históricos en los que cambios en el movimiento feminista iraní se ha mezclado con otras polémicas políticas e ideológicas clave en el conjunto de Irán.

Un nuevo horizonte

La primera gran transición para las mujeres desde la creación de la República Islámica llegó con la muerte del Ayatolá Jomeiní en 1989. Esto, junto con la elección de Hashemi Rafsanjani como presidente justo después de la devastadora guerra Irán – Iraq (1980-1989), enmarcada en un periodo de reconstrucción económica y moderación diseñado con la intención de estimular la economía iraní y devolver al país a la comunidad internacional, supuso para las mujeres un periodo de mayor inversión en las instituciones del país, con una expansión del sistema educativo en particular, que les abrió muchas puertas y proporcionó muchas oportunidades.

Aún con todo, el mayor acceso a la educación no se tradujo en mayores niveles de empleo. La mala situación del país atrapó a muchas mujeres – una economía aquejada de unas altas cifras de desempleo y una cultural patriarcal dominante – y dificultó su entrada al mercado de trabajo, forzándolas a dedicarse a profesiones aceptables para su sexo. Al mismo tiempo, la mejor educación y las expectativas crecientes que todo ello trajo, combinadas con las restricciones de una sociedad desigual en lo que a géneros se refiere, dió lugar también a una nueva generación de mujeres que exigen más del gobierno.

Un momento arcoiris

La segunda gran transición para las mujeres llegó en mayo de 1997, cuando las mujeres tuvieron un papel indispensable en la elección del sucesor de Rafsanjani, Mohammad Jatamí, como presidente. La promesa del líder reformista de una mayor liberalización política y un rol mayor para la sociedad civil – la llamada «Primavera de Teherán» – se reflejó en las calles y en los medios; en una nueva y vibrante prensa, mayor apertura en el diálogo político y social, y una relajación en las restricciones islamistas en lo referido al código de vestimenta y la conducta diaria.

Una concesión creciente de licencias del gobierno durante el mandato de Jatamí (1997-2005) significó que la prensa femenina también floreció en este periodo. La revista Zanan fue la más efectiva a la hora de referirse a las cuestiones de género más controvertidas. En esta atmósfera de apoyo y aprobación por parte del gobierno a la actividad de las ONGs, el activismo femenino creció. Aunque la administración de Jatamí resultó ser ineficaz y no consiguió asegurar mejoras legales sustanciales, el fermento liberal que trajo consigo abrió nuevos espacios de diálogo e interacción entre las mujeres activistas (tanto seculares como islamistas). Esta cooperación condujo, por ejemplo, a dirigir protestas y peticiones a favor de la igualdad de sexos, y a celebraciones públicas del Día Internacional de la Mujer.

La elección de un majlis (parlamento) en 2000 aumentó la sensación de dinamismo detrás de la campaña por las reformas legales. Aún así, el parlamento sólo tuvo un éxito limitado a la hora de aprobar legislación de género, incluyendo la Convención de las Naciones Unidas por la Eliminación de la Discriminación contra las mujeres (CEDAW).

El revulsivo conservador contra del movimiento reformista creció durante el segundo mandato de Jatamí (a partir de 2001) – evidente por el cierre de periódicos, restricciones al poder presidencia, la represión del movimiento estudiantil y el bloqueo de posibles candidatos parlamentarios por parte del Consejo de Guardianes.

Inversión de la tendencia.

Esta restauración conservadora, rematada por la elección de Mahmud Ahmadineyad en junio de 2005, impulsó al movimiento de las mujeres a una tercera transición. El nuevo presidente intentó revivir la ideología «auténtica» de la revolución para consolidar al estado islámico frente sus críticos sociales, en parte imponiendo de nuevo convenciones sociales estrictas. El resultado fue un giro decisivo hacia la derecha en el panorama político iraní.

Las activistas por los derechos de las mujeres aún intentan alcanzar las expectativas creadas por los reformistas respondieron desafiando directamente a las leyes de género regresivas que consagradas en la constitución de Irán. El ejemplo más visible fue el de la campaña de «un millón de firmas» que empezó en 2006, y que buscaba, a través de un modelo de tipo referendo y de acción colectiva,  incrementar la conciencia pública y ejercer presión sobre el gobierno para que implemente las reformas de las leyes de género. La campaña sí que generó gran atención pública, pero también provocó una reacción severa por parte del gobierno, que se plasmó en arrestos y detenciones (véase Nasrin Alavi, «Women in Iran: repression and resistance«, 5 de marzo de 2007).

En 2007, el gobierno de Ahmadineyad propuso un nuevo y retrógrado proyecto de ley de protección familiar. La clausula más perjudicial es el artículo 23, que institucionalizaría la poligamia. La ley islámica aplicada en Irán permite que los hombres tengan hasta cuatro mujeres, aunque la práctica de la poligamia es rara (y, de hecho, está bastante condenada). El estatuto existente requiere que un hombre obtenga el permiso de su primera mujer para casarse con otra, y deberían de tratar a sus mujeres de forma equitativa. La nueva provisión de la poligamia permitiría que el marido tomase una segunda esposa sin tener que pedir permiso de su primera mujer por una serie de pretextos (incluyendo que la primera mujer sea estéril o que contraiga una enfermedad terminal). Además, el proyecto de ley reduce la edad de idoneidad (femenina) para el matrimonio de 16 a 13 años; y su artículo 25 requeriría que la mujer pagase impuestos por el dinero que recibe de su contrato de matrimonio.

Una cuarta fase

Durante tres años, las activistas han protestado contra este proyecto de ley, argumentando que estas medidas dañarían, más que proteger, la estructura familiar y reducirían los derechos de la mujer en el matrimonio y el divorcio. Estas protestas fueron fundamentales para que dicho proyecto de ley fuera remitido al comité legal del parlamento en 2008, cuando el majlis tendría que haberlo votado. Ahora, mientras que la ola post-electoral de supresión alimenta el deseo del gobierno de reafirmar su agenda conservadora y subyugar el movimiento feminista iraní, el proyecto de ley vuelve a figurar en la agenda parlamentaria.

Para muchas mujeres iraníes, estas adversidades también son también un tributo al desafío que su activismo sigue presentando a las autoridades. Treinta años después de la revolución, las mujeres han intentado construir a cada oportunidad un avance el movimiento por la igualdad de sexos. Hasta ahora, las acciones más duras de un estado poderoso – arrestos, exilio, sanciones legales – han sido incapaces de destruir el movimiento, que continua creciendo a pesar de esta presión tan grande. El potencial para una cuarta transición está ahí.